l agua y el aire limpio. Además, protegen el suelo y son
fundamentales para lograr un desarrollo sostenible.
A pesar de lo importantes que son para nosotros, no siempre los protegemos como deberíamos. La mitad de los bosques que una vez cubrieron la Tierra, 29 millones de kilómetros cuadrados, han desaparecido, cerca del 78 por ciento de los bosques primarios han sido destruidos y el 22 por ciento restante están amenazados. En nuestra provincia no somos ajenos a esta realidad. De hecho, en la actualidad solo nos queda un 4% del bosque nativo, y los desmontes son noticia de todos los días. La crisis hídrica de hace unos años y las recientes inundaciones en nuestra provincia están directamente vinculadas con la situación crítica del bosque nativo y de la cobertura vegetal de nuestras cuencas serranas. Mañana, 22 de marzo, también se celebra el Día Mundial del Agua. Y es fundamental pensar estas dos fechas de manera unificada, favoreciendo una MIRADA INTEGRAL sobre los complejos problemas ambientales que estamos atravesando. Los bosques cumplen funciones fundamentales en el ciclo del agua, tales como el amortiguamiento, la evapotranspiración y la infiltración. Los bosques filtran y limpian el agua, amortiguan las lluvias fuertes que de otra manera erosionarían los suelos, y mantienen en su lugar los bancos de los ríos. A su vez, el agua transporta nutrientes disueltos y los distribuye por todo el suelo del bosque. Los bosques actúan como "esponjas", capaces de recoger y almacenar grandes cantidades del agua de lluvia. Los suelos forestales absorben cuatro veces más agua de lluvia que los suelos cubiertos por pastos, y 18 veces más que el suelo desnudo.
Con sus profundos sistemas de raíces,
los árboles son capaces de extraer agua de zonas profundas del suelo. El agua
se mueve por el árbol y se usa en la fotosíntesis, en el enfriamiento, y en
otros procesos de crecimiento. Se evapora, como vapor de agua, desde las hojas.
En este ciclo, los árboles son "fuentes de agua" vivientes que
redistribuyen el líquido: la humedad, que se quedaría atrapada en forma
subterránea si no fuera por los árboles, es liberada a través de sus hojas
hacia el aire, donde luego se condensa formando nubes y cae de nuevo en forma
de lluvia. Sin árboles que distribuyan esta agua, el clima en muchas regiones
sería mucho más seco. Esta reserva subterránea y constante de agua es liberada
lenta y gradualmente por los árboles, ayudando a evitar las inundaciones y
sequías estacionales.
Si
forestamos con especies nativas, estamos fortaleciendo nuestra biodiversidad y
nuestra identidad cultural, brindando refugio y alimento a la fauna autóctona,
plantando árboles más adaptados y con mayor resistencia al frío y a la sequía.
CUANDO DEFENDEMOS EL BOSQUE NATIVO, DEFENDEMOS
TAMBIÉN EL AGUA.